Hay debates y conversaciones que simplemente son incómodas. Entre tantos matices, detalles y visiones encontradas, se producen temas en los que la respuesta correcta es impopular o puede suceder que lo que le conviene a uno, no le conviene a todos.
En esa lista de debates podemos sumar la patente de las vacunas contra el COVID-19. Aunque hay países que han acelerado espectacularmente el proceso y ya alcanzan el 60% o 70% de vacunados en el mundo, muchos otros siguen rezagados por problemas de producción, acceso y distribución.
En ese proceso, una aparente solución se centra en liberar las patentes de las vacunas. Que las empresas dueñas de las vacunas permitan a cualquiera, temporalmente, producirlas por cuenta propia. Sin embargo, las reacciones no se han hecho esperar y las grandes farmacéuticas han dicho que esto es un error.
Hoy, hacemos el ejercicio de recopilar ambos puntos de vista:
Los que están a favor de liberar las patentes
Este grupo, compuesto esencialmente por gobiernos y representantes de la sociedad civil, tienen un argumento sencillo: si se liberan las patentes, podremos acelerar la producción de vacunas en todo el mundo. Su idea es hacerlo de manera temporal y en el corto plazo, para acelerar esta primera ola de vacunación y poner bajo control la pandemia. Luego, las patentes regresarían a sus dueños. Esta propuesta por cierto, hizo que las acciones de las empresas farmacéuticas productoras de vacunas cayeran en la bolsa.
Los que están en contra
Las mismas empresas y expertos del sector apuntan a que esta medida haría poco para acelerar la vacunación y, además, provocaría la llegada al mercado de vacunas falsas y de mal funcionamiento. Liberar las patentes atentaría contra la calidad de las mismas. Además, dicen que el proceso de fabricación es tan complejo, que incluso sería poco viable que la medida tuviera un impacto real. Por supuesto, también hay un componente económico en esta opinión.