La publicidad en salud y medicina, por su naturaleza, tiene unos estándares éticos más altos que los demás sectores de la vida económica y social. Ya de entrada, la publicidad como disciplina enfrenta cuestionamientos éticos para cuidar que la venta de productos no derive en engaños, manipulación o acoso.
Ahora, con el uso de la data y todos los temas ligados a la privacidad, está más en boga la importancia de la ética en la publicidad y en el mundo farmacéutico, al tratarse de un área ligada de forma directa con la salud de las personas, la situación es incluso más delicada.
Al tener un impacto directo y tangible sobre el bienestar de las personas, la publicidad en salud enfrenta restricciones más severas. Los marcos regulatorios son variados y obedecen a factores culturales y geográficos.
En ese sentido, es importante encontrar un norte de operatividad global para que, independientemente de la normativa local, sepamos que nuestra marca sigue unos estándares globales para trabajar con mercadeo ético. Para ello, hay algunas claves que nos sirven de referencia:
La seguridad y la confianza del paciente tienen que ser el objetivo final, incluso por encima de los beneficios económicos.
Garantizar una información veraz y simple, apta para ser entendida por cualquier tipo de público. Evitar las letras pequeñas.
Ofrecer información completa para que los consumidores puedan tomar decisiones informadas. Explicar en detalle de forma didáctica y con un lenguaje sencillo de entender para la audiencia.
Establecer sistemas para que los pacientes o consumidores puedan aclarar dudas rápidamente.