2021 ha comenzado recordándonos que lo único que cambió el 31 de diciembre, fue el calendario y el año en el que vivimos. La realidad es que la nueva normalidad originada por el COVID-19 y las muchas malas noticias que nos acompañaron en 2020, siguen y probablemente seguirán a nuestro lado, por al menos un tiempo más.
Durante 2020, a raíz del coronavirus, surgieron nuevas necesidades y lógicamente, aparecieron hábitos y comportamientos sociales diferentes. Por ejemplo, las personas empezaron a pasar mucho más tiempo en sus casas. En principio, aunque para algunos temas ligados a la conciliación laboral o de la relación con la familia, la pandemia en cierta forma ha sido “beneficiosa”, hay una gran cantidad de aspectos de nuestro día a día que hemos cambiado y que, aunque no nos demos cuenta, empiezan a afectarnos de manera inconsciente.
Uno de estos aspectos es la desconexión que hacíamos al reunirnos y compartir tiempo con nuestros amigos y conocidos, ya fuera entrenando juntos en el gimnasio, haciendo deporte en grupo, tomando clases de baile o de idiomas grupales o incluso al ir por una taza de café o tomarla en la oficina. La realidad es que, nuestro nivel de interacción con otras personas, era mucho más alto antes del COVID-19.
Aunque hoy en día a través de tecnologías y aplicaciones digitales como Zoom, Microsoft Teams, WhatsApp e incluso la nueva Clubhouse, podemos interactuar con nuestros conocidos y coordinar espacios en los que conversar, interactuar e incluso si nos los proponemos, hacer actividades “rompedoras” como ver películas o hacer ejercicio en conjunto, la realidad es que las personas extrañan los “encuentros normales” y frecuentes del día a día, y empiezan a sentir nostalgia por esos momentos.
Es aquí donde hay un insight clave para las marcas y empresas que ante este escenario de fatiga mental ligada con el COVID-19, pueden convertir lo que en principio es una amenaza (audiencias más irascibles y cargadas), en una oportunidad, al ofrecer y realizar iniciativas y proyectos rompedores centrados en crear este tipo de espacios de desconexión que las personas necesitan. Las empresas deben ahora pensar fuera de la caja e intentar coordinar actividades que permitan que sus empleados e incluso, otros grupos de interés como proveedores e incluso consumidores y clientes, puedan volver a conectar con sus conocidos y encontrar momentos de dispersión en los que puedan desconectarse por completo de sus preocupaciones.