Pfizer, Moderna, AstraZeneca… si en 2019 les hubiesen dicho a todas estas empresas que entraron en la carrera por la vacuna contra la COVID-19, cuántas veces se escribiría o hablaría sobre ellas en 2020, probablemente se hubiesen reído.
Para bien o para mal, estas empresas gozaron de un foco de atención exponencialmente mayor a lo que podrían haber imaginado el año pasado. Pfizer y AstraZeneca, por ejemplo, se ubicaron en los puestos 10 y 13 respectivamente en el crecimiento del reconocimiento de marca e intención de consumo, según un estudio de Morning Consulting.
La expectativa por la vacuna ha pasado de la fabricación a los resultados y distribución. Aunque la parte más importante, su efectividad en la práctica para controlar el virus en la sociedad todavía está por verse, el desarrollo y evaluación será más complejo de medir que cuando esperábamos ver el final de los ensayos y poder ver sus resultados anunciados en unas pocas líneas y repetidos por los medios.
Es decir, el peso y la atención sobre las farmacéuticas en la lucha contra la pandemia ha disminuido, pero el desenlace de la pandemia en 2021 es un elemento a tener en cuenta para cualquier marca.
Muchos expertos y medios han catalogado el 2020 como el año de la ciencia. A pesar del ascenso de grupos como los antivacunas, el desarrollo récord de las empresas farmacéuticas en la solución que finalmente devuelva la normalidad a las personas ha impulsado a los protagonistas del sector para que crezcan en reconocimiento y confianza.
Sin embargo, ¿Qué sucederá si la administración de la vacuna no funciona como esperamos? Los retos pendientes en la lucha contra la pandemia son todavía un riesgo reputacional.